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Nutrición, depresión y enfermedades mentales

Título Nutrición, depresión y enfermedades mentales
Autores T. S. Sathyanarayana Rao, M. R. Asha, B. N. Ramesh, K. S. Jagannatha Rao
Revista Revista india de psiquiatría
Fecha 04/01/2008
DOI 10.4103/0019-5545.42391
Introducción La conexión entre la nutrición y la depresión sigue sin reconocerse en gran medida, a pesar de la amplia comprensión de los vínculos nutricionales con las dolencias físicas. Con frecuencia, la depresión se considera desde un punto de vista estrictamente bioquímico o emocional. Sin embargo, los factores dietéticos influyen significativamente en el inicio, la gravedad y la duración de la depresión. Los patrones alimentarios observables antes y durante la depresión suelen incluir inapetencia, saltarse comidas y antojos intensos de alimentos dulces. La neurociencia nutricional es un campo en expansión que ilustra la intrincada relación entre los elementos nutricionales, la cognición humana, el comportamiento y las emociones. Entre los trastornos mentales más comunes en todo el mundo se encuentran la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC). Los patrones dietéticos en muchas regiones revelan deficiencias prevalentes en vitaminas esenciales, minerales y ácidos grasos omega-3, siendo estas deficiencias particularmente graves en individuos con trastornos mentales. Las pruebas científicas indican que los suplementos diarios de nutrientes vitales pueden reducir eficazmente los síntomas de los pacientes. Los suplementos de aminoácidos, que se convierten en neurotransmisores, también alivian la depresión y otros problemas de salud mental. Esta acumulación de pruebas apoya la suplementación nutricional como una intervención terapéutica eficaz para controlar y potencialmente prevenir una serie de afecciones, como la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia, los trastornos alimentarios, los trastornos de ansiedad, el TDA/TDAH, el autismo y la adicción. A diferencia de muchos fármacos de venta con receta, como los antidepresivos comunes, que a menudo provocan efectos secundarios que conducen al incumplimiento por parte del paciente y a mayores riesgos como el suicidio o la institucionalización, las terapias nutricionales ofrecen una alternativa. Los psiquiatras pueden aprovechar estos enfoques nutricionales complementarios, recomendando dosis de suplementos dietéticos basadas en los estudios de eficacia existentes y ajustándolas mediante una cuidadosa observación del paciente. Un examen más detallado de la dieta de las personas deprimidas revela una nutrición inadecuada y una elección de alimentos que puede agravar su estado. Los niveles bajos de serotonina, un neurotransmisor clave, están relacionados con una insensibilidad a las consecuencias futuras, lo que lleva a comportamientos arriesgados, impulsivos y agresivos, que pueden culminar en suicidio. La depresión se manifiesta con síntomas como aumento de la tristeza, ansiedad, pérdida de apetito, estado de ánimo depresivo y menor interés por las actividades placenteras. Si no se trata, puede tener graves consecuencias, y los pacientes deprimidos muestran mayores tendencias suicidas, que a menudo se tratan con antidepresivos y/o psicoterapia. Las deficiencias de neurotransmisores como la serotonina, la dopamina, la noradrenalina y el ácido γ-aminobutírico (GABA) se asocian con frecuencia a la depresión. Aminoácidos como el triptófano, la tirosina, la fenilalanina y la metionina ayudan a tratar los trastornos del estado de ánimo, incluida la depresión. El triptófano, un precursor de la serotonina, se convierte en serotonina cuando se consume con el estómago vacío, lo que favorece el sueño y la tranquilidad, reduciendo así la depresión derivada de deficiencias de serotonina. La tirosina y la fenilalanina se convierten en dopamina y norepinefrina, aumentando el estado de alerta y la excitación. La metionina, combinada con el trifosfato de adenosina (ATP), forma S-adenosilmetionina (SAM), que contribuye a la producción de neurotransmisores en el cerebro. Se necesitan más estudios para determinar las dosis suplementarias diarias óptimas de estos neuroquímicos para conseguir efectos antidepresivos. La disminución del consumo de ácidos grasos omega-3 está relacionada con un aumento de la incidencia de la depresión mayor. El ácido eicosapentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaenoico (DHA), presentes en el aceite de pescado, demuestran efectos antidepresivos, posiblemente a través de mecanismos relacionados con los neurotransmisores o influyendo en la transducción de señales neuronales. Estudios epidemiológicos y clínicos confirman la eficacia de los ácidos grasos omega-3 en el tratamiento de la depresión, con suplementos diarios de 1,5-2 g de EPA que mejoran el estado de ánimo en pacientes deprimidos. Sin embargo, las dosis superiores a 3 g no ofrecen beneficios adicionales y pueden estar contraindicadas para las personas que toman medicamentos anticoagulantes. Además de los omega-3, las deficiencias de vitaminas del grupo B (por ejemplo, folato) y magnesio están asociadas a la depresión. Los ensayos controlados indican que la suplementación diaria con ácido fólico (0,8 mg) o vitamina B12 (0,4 mg) reduce los síntomas de la depresión. Los estudios de casos muestran una rápida recuperación de la depresión mayor en siete días para la mayoría de los pacientes tratados con 125-300 mg de magnesio (como glicinato o taurinato) por comida y a la hora de acostarse. Las investigaciones destacan las deficiencias nutricionales comunes en los pacientes con trastornos mentales, incluidos los ácidos grasos omega-3, las vitaminas del grupo B, los minerales y los aminoácidos precursores de los neurotransmisores. Los estudios demográficos sugieren una correlación entre un consumo elevado de pescado y tasas más bajas de trastornos mentales, atribuida a la ingesta de omega-3. Mientras que 1-2 g diarios de ácidos grasos omega-3 es una recomendación general para individuos sanos, se han utilizado hasta 9,6 g de forma segura y eficaz para pacientes con trastornos mentales. Las dietas asiáticas suelen carecer de frutas y verduras, lo que agrava las carencias de minerales y vitaminas. Los hidratos de carbono, polisacáridos esenciales, influyen en el estado de ánimo y el comportamiento al provocar la liberación de insulina, que facilita la entrada de triptófano en el cerebro, afectando así a los niveles de neurotransmisores. Las dietas bajas en carbohidratos pueden precipitar la depresión al reducir la producción de serotonina y triptófano. Los alimentos de bajo índice glucémico ofrecen efectos sostenidos sobre la química cerebral y el estado de ánimo, a diferencia de los alimentos de alto índice glucémico que proporcionan un alivio temporal. Las proteínas, compuestas de aminoácidos, son bloques de construcción vitales. Los aminoácidos esenciales deben obtenerse a través de la dieta. Las fuentes de proteínas de alta calidad incluyen carnes, lácteos y huevos, mientras que las proteínas vegetales pueden carecer de ciertos aminoácidos esenciales. La ingesta de proteínas influye en la función cerebral y la salud mental, ya que muchos neurotransmisores derivan de los aminoácidos; la dopamina de la tirosina y la serotonina del triptófano. Las carencias de estos aminoácidos pueden provocar bajo estado de ánimo y agresividad, mientras que una acumulación excesiva, como la fenilalanina en la fenilcetonuria, puede causar daños cerebrales. El cerebro, órgano rico en lípidos, depende en gran medida de los ácidos grasos esenciales, en particular de los omega-3 (ácido alfa-linolénico, ALA), como componentes estructurales de las membranas. Los estudios indican que la reducción del colesterol plasmático a través de la dieta y la medicación puede aumentar la depresión, posiblemente debido a desequilibrios en los ácidos grasos poliinsaturados omega-6 y omega-3 (PUFA). Una cantidad suficiente de PUFA de cadena larga, especialmente DHA, puede mitigar el desarrollo de la depresión. El DHA y el ácido araquidónico (AA), cruciales para la función neuronal, no pueden sintetizarse de novo y deben obtenerse de la dieta. Un aporte adecuado de PUFA, en particular de DHA, es fundamental para el neurodesarrollo durante la gestación y los primeros periodos postnatales. Los desequilibrios o deficiencias de ácidos grasos omega-3 pueden explicar el aumento de los síntomas depresivos asociados a un nivel bajo de colesterol plasmático y las alteraciones del estado de ánimo vinculadas a los comportamientos dietéticos. Los ácidos grasos omega-3 también desempeñan un papel en la prevención de trastornos como la depresión y pueden prevenir el envejecimiento cerebral al favorecer la renovación de las membranas. También se sugiere su papel en la dislexia y el autismo. Los primeros trabajos experimentales demostraron el profundo efecto de los ácidos grasos omega-3 en la estructura y función cerebrales, influyendo en las capacidades visuales, cerebrales e intelectuales de los bebés. Las vitaminas del complejo B están indiscutiblemente relacionadas con la nutrición y la depresión. La suplementación con nueve vitaminas, a razón de diez veces la ración dietética recomendada (RDA) durante un año, mejoró el estado de ánimo en hombres y mujeres, particularmente asociado con la mejora del estado de las vitaminas B2 y B6. El nivel inicial de vitamina B1 en las mujeres se correlacionó con un mal estado de ánimo, que mejoró con la suplementación. La tiamina modula el rendimiento cognitivo, especialmente en los ancianos. La administración de suplementos de vitamina B12 (cinocobalamina), en el momento oportuno, retrasa los signos de demencia y mejora las funciones cerebrales y cognitivas en los ancianos, mejorando las funciones del lóbulo frontal y del lenguaje. Los adolescentes con deficiencia límite de B12 muestran cambios cognitivos. Los pacientes deprimidos presentan, de media, niveles de folato en sangre un 25% más bajos que los controles sanos. Un nivel bajo de folato es un fuerte predictor de malos resultados de la terapia antidepresiva, y el ácido fólico aumenta la eficacia de los antidepresivos. El papel crítico del folato en las vías metabólicas cerebrales está bien establecido, siendo los síntomas depresivos una manifestación neuropsiquiátrica común de la deficiencia de folato. La dirección causal (mala nutrición que causa deficiencia de folato o viceversa) sigue sin estar clara. Los inhibidores selectivos de la captación de serotonina (ISRS) pueden inhibir la absorción de calcio en los huesos y reducir la presión arterial, aumentando el riesgo de fracturas, especialmente en pacientes de edad avanzada que toman múltiples medicamentos. El cromo es un micronutriente importante para la salud mental, con estudios que demuestran su asociación con la depresión humana. El yodo es crucial para la salud mental, ya que el yodo suministrado por la hormona tiroidea garantiza el metabolismo energético de las células cerebrales. La reducción de yodo en la dieta durante el embarazo puede provocar disfunciones cerebrales graves y cretinismo. El hierro es vital para la oxigenación cerebral, la producción de energía, la síntesis de neurotransmisores y la formación de mielina. La carencia de hierro se observa en niños con trastorno por déficit de atención con hiperactividad e influye en el desarrollo fetal y en el cociente intelectual infantil. La anemia infantil relacionada con la carencia de hierro afecta al desarrollo cognitivo. Los mayores índices de depresión clínica en mujeres, sobre todo en edad fértil, sugieren la importancia del hierro, ya que su deficiencia provoca fatiga y depresión. La anemia ferropénica se asocia a apatía, depresión y fatiga rápida durante el ejercicio. El litio, un catión monovalente, es un estabilizador del estado de ánimo bien establecido que se utiliza para el trastorno bipolar, el aumento de la depresión, el trastorno esquizoafectivo, la agresividad, el trastorno del control de los impulsos, los trastornos alimentarios, los TDA y ciertos tipos de alcoholismo. Es esencial vigilar cuidadosamente su toxicidad, especialmente en poblaciones vulnerables. Una ingesta baja de selenio se asocia con un estado de ánimo más bajo, y la administración de suplementos de selenio puede mejorar el estado de ánimo y reducir la ansiedad. El zinc participa en la percepción del gusto, y la depresión clínica suele correlacionarse con niveles más bajos de zinc. El zinc por vía oral puede potenciar el tratamiento antidepresivo y protege las células cerebrales de los daños causados por los radicales libres. Las carencias de micronutrientes, incluso subclínicas, pueden comprometer el pleno potencial genético de desarrollo físico y mental de un niño, aunque las medidas dietéticas pueden ofrecer cierta corrección. La composición de la dieta y los patrones alimentarios pueden tener efectos beneficiosos o adversos, inmediatos o a largo plazo. Las deficiencias de antioxidantes y nutrientes durante el envejecimiento pueden precipitar enfermedades cerebrales, posiblemente debido al deterioro de los mecanismos de protección contra los radicales libres. Los factores fisiológicos y psicosociales también influyen en la dieta y la depresión. La vejez aumenta la vulnerabilidad a la pérdida de peso involuntaria, vinculada a una mayor morbilidad y muerte prematura. La anorexia del envejecimiento, influida por la reducción de la percepción sensorial, la mala dentición, la polifarmacia y la depresión, contribuye a reducir la ingesta de alimentos. La malnutrición en los ancianos, tanto los institucionalizados como los que viven en la comunidad, se deriva de cambios fisiológicos, trastornos mentales y factores médicos, sociales y ambientales. Las intervenciones de medicina complementaria y alternativa (MCA) se utilizan cada vez más para tratar la depresión. Los profesionales de la salud mental deben reconocer que muchos pacientes con trastorno bipolar recurren a la medicina complementaria y alternativa, que algunos clínicos ven como alternativas o complementos atractivos y seguros a la medicación psicotrópica convencional. La investigación actual en psiconeuroinmunología y bioquímica cerebral pone de relieve vías de comunicación que mejoran la comprensión de la ingesta nutricional, el sistema nervioso central y la influencia de la función inmunitaria en la salud psicológica. Estos hallazgos pueden fomentar una mayor aceptación del valor terapéutico de la intervención dietética entre los profesionales sanitarios que tratan la depresión y otros trastornos psicológicos.
Cita T. S. Sathyanarayana Rao, M. R. Asha y B. N. Ramesh et al. Understanding nutrition, depression and mental illnesses. Revista india de psiquiatría. 2008. Vol. 50(2):77-82. DOI: 10.4103/0019-5545.42391
Elemento Calcio (Ca) , Cromo (Cr) , Yodo (I) , Litio (Li) , Magnesio (Mg) , Selenio (Se) , Zinc (Zn)
Industria Química y Farmacia , Industria farmacéutica , Investigación y laboratorio , Productos farmacéuticos y cosméticos
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